Crónica del desamor

Estoy leyendo el libro “Crónica del Desamor” de Rosa Montero.  Hace casi un mes, visité el Instituto Cervantes con el motivo de tomar en préstamo el libro “Nubosidad Variante” de Carmen Martín Gaite o (por fin) “El Jardín de las Delicias” de Francisco Ayala antes de que el instituto cerrara para el verano. Por desgracia, ambos estaban todavía reservados, así que terminé con el susodicho.
Rosa Montero escribe para “El País”.  Me he tropezado varias veces con artículos suyos que escribe para “ El País Semanal” y siempre me granjea el tema que escoge y también el modo que elige para presentarlo. Su estilo es realista, sin muchos ornamentos, sincero y personal.
El libro de lo que hoy he decidido hablar, aunque incluye todos los característicos anteriores, hasta ahora no puedo decir que me conmueve. Fue publicado en 1979, en post-Franco España, y presenta Madrid como una ciudad oscura, con carácteres al borde de un ataque de nervios, sin ninguna esperanza. Caracteres que fingen estar felices, que intentan sentir emociones dentro de pocas horas, emociones que no eran capaces de sentir en muchos años, que buscan desesperadamente sí mismos en amores equivocados y que finalmente fracasan. Montero presenta momentos y pensamientos de varias personas, dándonos la oportunidad de tomar una idea para cada una. Es esto lo que al final me repugna: no hay una línea recta, sino muchas bifurcaciones, y para alguien que no está acostumbrado a la lengua, es muy duro entenderla. Muchos nombres, varias escenas que cambian a menudo y mucha oscuridad.
Por alguien que obtiene el nivel B2 en español, el libro tiene un léxico más o menos fácil. Para ser exactos, aunque algunas palabras pueden ser desconocidas, no perderás el sentido general  de lo que estás leyendo.
Claro está que daré una segunda oportunidad a mí misma y a la Sra. Montero. En mis planes tengo  el préstamo de “Te Trataré Como a una Reina”, por el cual he leído muy buenas críticas.
Sigue un fragmento de una de las historias más significativas que hay en el libro:

Ya no queda por planchar más que media camisa y los gritos continúan. Ana mira el reloj, llevan así casi tres cuartos de hora. Dos planchazos más y se acabó. Desenchufa el cordón. Recoge la ropa y la coloca sobre la cama, junta a la maleta abierta. Se sienta un momento y prende un cigarrillo. Gritan. En esta inactividad de ahora los gritos parecen aún más fuertes, o quizá es que en realidad lo son. Ana muerde nerviosamente el filtro, está exasperada, esta vez están durando más que nunca. Extiende la mano hacia el teléfono, marca el número de Ana María. El timbre suena muchas veces, incluso cuando ya está segura de que la vecina no está. Ana continúa aún con el auricular pegado a la oreja, intentando que el pitido algodone y acompañe la soledad de esos llantos. “Bueno”,  exclama al fin en alta voz irritada, “es que hoy no hay derecho a esto, coño”, y los gritos siguen. Se levanta, se dirige al lavabo, humedece las muñecas y las sienes con agua fría, los gritos siguen. Aquí, en el cuarto de baño, es donde más se oyen, colándose quizá por el canal de la ventilación. Parece que los gemidos salen de ahí, de la juntura de las baldosas, se dice Ana observando el suelo fascinada. Se arrodilla, arrima la oreja a una de las losetas, justo donde está rota de los martillazos que pegó el Curro el verano pasado. Los gritos siguen. Ahora suben en trémolos agudos y cortantes como el cristal, ahora menguan, y casi se desvanecen en suspiros dolorosos. Se oyen golpes. Un golpe, un gemido sofocado. Es un ritmo perfecto. “La está pegando, este hijo puta”, vuelve a decir  en alta voz Ana, con indignado susto. Se levanta del suelo decidida, atraviesa la casa a paso de marcha, abre la puerta, desciende los roídos peldaños hasta el piso de abajo, y ahí, en el descansillo, se detiene. Apenas entra luz ya por los ventanucos de la escalera y no distingue bien la puerta del vecino, una puerta de madera desencajada, una puerta de casa vieja repintada en un marrón pastoso, industrial y barato. Desde aquí, qué curioso fenómeno acústico, se oyen menos los llantos interiores, apenas un murmullo filoso allá a lo lejos. Ana levanta el dedo, lo acerca al timbre, lo mantiene ahí unos segundos para después retirar de nuevo la mano, sin haberse atrevido a pulsar el fatídico botón. Los gritos parecen ir amainando, poco a poco, en los intestinos de la casa. Se hace un breve silencio, Ana está dudosa. Y si llamo, ¿qué les digo?, ¿qué les he oído gritar, que si tenían algún problema, que si puedo ser de ayuda?
— Hola…
La puerta se ha abierto de improviso, en el quicio está el vecino observándola con ojos sorprendidos.
— ¿Venías aquí, querías algo? — pregunta solícito y cortés.
— No… sí… es que me has asustado abriendo así, de golpe, antes de que me diera tiempo a llamar — ríe Ana, enrojecida y temblorosa.
— Ah, perdona, es que salía ahora y…
— No, no te preocupes, ya me voy.
Y Ana da media vuelta y hace ademán de irse, pero espera, le grita el otro, ¿qué querías?, ah, sí, improvisa ella, ¿tienes unos cigarrillos?, me he quedado sin tabaco, y… El da media vuelta, se pierde dentro de la casa, todo está envuelto en un denso silencio, por la puerta abierta se ven montañas de libros apilados en las paredes, sobre el suelo, al fin el chico vuelve con un paquete mediado de tabaco, ten, yo no fumo, pero mis amigas, sí, te lo puedes quedar, aquí hay más. Y cuando se despiden, él le dedica una sonrisa espléndida y beatífica.

Montero, R. (1979). Crónica del desamor (13th ed., p. 144, 145,146). Madrid: Debate Literatura.

2 comentarios en “Crónica del desamor

  1. Rosa Montero es una escritora honesta. Me encanta leer los artículos que escribe para El País (un periódico) porque siempre es cañera pero divertida a un tiempo. Por cierto, me maravilla tu español y tu blog en general. Me ha parecido entender que tu lengua nativa es el griego. Me encanta ese idioma, yo estudié griego clásico dos años y lo recuerdo con mucho cariño. Leíamos textos de La Ilíada, La Odisea… Aprendí muchísimo.

    ¡Te sigo leyendo!

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    • ¡Gracias por tu comentario tan amable Aislinn!

      A mí también me encantan los artículos de Montero por las razones que tú ya has mencionado. Con este libro no tenía la misma suerte, pero como he dicho, voy a darle una vuelta más.

      Etendiste muy bien, soy griega y estudio español en la universidad. Aunque es facil obtener un nivel básico, no es igualmente facil llegar a un nivel superior. Por eso, tu comentario tiene mucha importancia para mí y me da mucho ánimo.

      Tu blog está ya en mi blogroll. Tu pintura es excepcional, tus dibujos me dan la sensación que entre tus influencias hay los dibujos que encontramos en el libro «Le Petit Prince». ¡Soy seguidora!

      Gracias de nuevo…¡y bienvenida!

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